Por décadas, visitar la ciudadela de Kuélap, en la región Amazonas, ha sido tarea de titanes. Gracias a las telecabinas ya no tendrá que serlo. ¿La meta? Convertirse en el segundo destino turístico más visitado del Perú después de Machu Picchu.
Llegar hasta Kuélap es un viaje en sí mismo. Estar en Chachapoyas ya lo es. Si es por carretera existen hasta tres vías: por Chiclayo, Cajamarca y Tarapoto. Las tres superan las 24 horas e intercalan tramos de asfalto y trocha.
Si es por avión, el alivio es engañoso. Luego de arribar hasta el aeropuerto de Tarapoto es preciso preparar el coxis para un trayecto de siete horas en promedio hasta Chachapoyas. Aunque el paisaje expone el maravilloso ascenso de la amazonía hasta los Andes, las horas desgastan el entusiasmo inicial.
Chachapoyas tiene un aeropuerto que no usa. Que solo exhibe como un aparente signo de desarrollo.
Son las 9 de la mañana del martes y estamos frente a este elefante blanco marcado por la tragedia. En el 2003, un Fokker se estrelló en Coloque, un cerro aledaño, luego de haber intentado aterrizar. No hubo sobrevivientes. Solo cuerpos que lamentar.
A partir de ahí, se clausuraron los vuelos comerciales hasta hace cuatro años, cuando una aerolínea empezó a hacer vuelos diarios de ida y vuelta entre Chiclayo y Chachapoyas. La reapertura duró dos meses por “problemas operacionales”. ¿Las razones? La poca demanda y la escasez de hoteles en la ciudad.
Actualmente este aeropuerto, que luce remodelado y excesivamente pulcro, solo recibe vuelos de la FAP. Desde el año pasado se lanzó el proyecto de ampliar la pista de aterrizaje en 500 metros adicionales. Pero aún todo se escribe en condicional.
Es por eso, entre otras cosas, que los turistas, salvo en ocasiones de temporada alta, son contados. De ahí que Proinversión concretara la construcción, en la ciudadela de Kuélap, del primer sistema de telecabinas en el Perú. Obra que adjudicaron hace tan solo unas semanas a la empresa francesa Pomagalski, líder en el rubro.
Kuélap cuenta con dos accesos: a pie (tarda tres horas y media, como lo hizo Kristel) y en transporte vehicular (una hora y media). La idea es sencilla: reducir ese tramo a 20 minutos.
Paradigmas
Son casi las once y hemos llegado hasta Tingo Nuevo, uno de los veintitrés distritos de la Provincia de Luya, y donde se ubicará la estación de embarque y el andén de salida. César Chávez, el alcalde, nos saluda en su despacho, y se une al recorrido.
La primera parada es en la zona de embarque. Luis Del Carpio, jefe del proyecto, es quien toma las riendas de la conversación. Explica que este terreno cercado, de 3,200 metros, donde el grass crece desordenado, se transformará en una sala de espera con stands y restaurantes. Se estacionarán los buses, los carros particulares y, claro, se comprarán los boletos. Por ahora es difícil imaginarlo.
Tres kilómetros después nos volvemos a detener en el andén de salida. El ejercicio mental es más ambicioso: se trata de una casa semidestruida sobre la que cuelga un letrero. En teoría, se colocará, además de la cabina, una rotonda para eliminar las colas de vehículos y el comercio ambulatorio. Los pasajeros saldrán en un periodo máximo de cinco minutos. Puros desafíos para nuestro caos.
“Este proyecto es un quebrador de paradigmas. Queremos turistas que vuelvan y recomienden. El turismo está en la repetición”, se emociona Del Carpio. Para este economista, los beneficios serán inmediatos. “Todos ganarán. El visitante ganará medio día más para pasear y el operario, medio día para ofrecer otro paquete turístico”, agrega.
Exceptuando las vacaciones, el turista nacional no tiene más de tres días libres por feriado largo. Con los extranjeros es un panorama similar: conocer Chachapoyas les toma alrededor de una semana. “Por eso muchas empresas extranjeras ni siquiera ofrecen a Chachapoyas como destino. Hay que pelear contra eso”, sostiene.
Hacia la fortaleza
Mientras avanzamos por un sendero angosto y accidentado, que a cada instante coquetea con el vacío, una niebla espesa se posa sobre la Van, como si estuviéramos flotando, de repente. Y así, poco a poco, vamos callándonos unos a otros. Olvidándonos de nuestros quejidos poco aventureros. Dejándonos embelesar por la selva húmeda, pero sobre todo por esas murallas que van insinuándose a lo lejos.
Ese misterio que advertimos es el mismo que encerraba la cultura Chachapoyas. Sachapcollas, en realidad, que significa “Los hombres de la niebla” o “Los habitantes de las nubes”. Este pueblo prehispánico que le opuso ardua resistencia al imperio incaico se alojaba en las alturas, conviertiéndose en una fortaleza impenetrable para sus enemigos. La hora que faltaba transcurrió sin esfuerzo. Pisamos el Parador de la Malca, a unos metros de la ciudadela, donde nuevamente tenemos que alucinar un poco. La realidad nos muestra una piscina de barro, mientras los ideales, otra estación de última tecnología.
Después de una breve visita por un mini-museo, subimos !por fin¡ hasta este enorme bosque, de siete hectáreas, defendido por enormes paredes de piedras.
El camino escalonado y pedregoso, sumado a los tres metros de altura, nos dejan sin aliento en segundos. El guía Willy Chiguala nos cuenta que recién hace cuatro años mejoraron el camino. Que antes era fango. Fue en ese mismo proyecto que construyeron cinco descansos.
¿Por qué Kuélap no ha tenido el mismo impacto que Machu Picchu? Es una pregunta que suelen hacerse muchos investigadores. Mientras que Kuélap recibió a 35 mil visitantes en el 2013, Machu Picchu, solo hasta agosto, ya había alcanzado los 650 mil visitantes.
Una de las claves para entender este abismo, además del acceso, es la investigación. Solo se ha explorado el 20% de la ciudadela. En octubre de 2010 encontraron una tumba de la élite, en el último hallazgo. Desde el 2011 las investigaciones se han paralizado sin motivos aparentes.
A medida que continuamos no solo nos topamos con joyas arquitectónicas como el Templo Mayor o el Torreón, sino con la asombrosa vista que nos brinda Kuélap, ubicada en la cima del cerro la Barreta (lleva ese nombre por un tronco incrustado al lado de los mausoleos).
Luego de tres horas de travesía, vamos descendiendo. Son las cinco de la tarde. Estamos cansados y, obviamente, hambrientos. La necesidad devela un inconveniente más: Kuélap no tiene restaurante. Tampoco hoteles.
Los más cercanos se encuentran a más de 15 kilómetros. Algunos lujosos. Otros no tanto. El resto son hospedajes. Que, aunque amigablemente rústicos, no satisfacen al mercado. La mayoría no posee más de siete habitaciones. Así, no queda otra que regresar hasta Chachapoyas. Tres horas para descansar y comer.
Fuente: La República, publicado el día domingo 22 de junio en su Suplemento Domingo.
LamudCity le recuerda que si desea ver fotos/articulos anteriores los puede encontrar en 'ARCHIVOS', que está ubicado al lado derecho. Y si dejan un comentario ó consulta pongan sus Nombres y Apellidos. Muchas gracias.
Llegar hasta Kuélap es un viaje en sí mismo. Estar en Chachapoyas ya lo es. Si es por carretera existen hasta tres vías: por Chiclayo, Cajamarca y Tarapoto. Las tres superan las 24 horas e intercalan tramos de asfalto y trocha.
Si es por avión, el alivio es engañoso. Luego de arribar hasta el aeropuerto de Tarapoto es preciso preparar el coxis para un trayecto de siete horas en promedio hasta Chachapoyas. Aunque el paisaje expone el maravilloso ascenso de la amazonía hasta los Andes, las horas desgastan el entusiasmo inicial.
Chachapoyas tiene un aeropuerto que no usa. Que solo exhibe como un aparente signo de desarrollo.
Son las 9 de la mañana del martes y estamos frente a este elefante blanco marcado por la tragedia. En el 2003, un Fokker se estrelló en Coloque, un cerro aledaño, luego de haber intentado aterrizar. No hubo sobrevivientes. Solo cuerpos que lamentar.
A partir de ahí, se clausuraron los vuelos comerciales hasta hace cuatro años, cuando una aerolínea empezó a hacer vuelos diarios de ida y vuelta entre Chiclayo y Chachapoyas. La reapertura duró dos meses por “problemas operacionales”. ¿Las razones? La poca demanda y la escasez de hoteles en la ciudad.
Actualmente este aeropuerto, que luce remodelado y excesivamente pulcro, solo recibe vuelos de la FAP. Desde el año pasado se lanzó el proyecto de ampliar la pista de aterrizaje en 500 metros adicionales. Pero aún todo se escribe en condicional.
Es por eso, entre otras cosas, que los turistas, salvo en ocasiones de temporada alta, son contados. De ahí que Proinversión concretara la construcción, en la ciudadela de Kuélap, del primer sistema de telecabinas en el Perú. Obra que adjudicaron hace tan solo unas semanas a la empresa francesa Pomagalski, líder en el rubro.
Kuélap cuenta con dos accesos: a pie (tarda tres horas y media, como lo hizo Kristel) y en transporte vehicular (una hora y media). La idea es sencilla: reducir ese tramo a 20 minutos.
Paradigmas
Son casi las once y hemos llegado hasta Tingo Nuevo, uno de los veintitrés distritos de la Provincia de Luya, y donde se ubicará la estación de embarque y el andén de salida. César Chávez, el alcalde, nos saluda en su despacho, y se une al recorrido.
La primera parada es en la zona de embarque. Luis Del Carpio, jefe del proyecto, es quien toma las riendas de la conversación. Explica que este terreno cercado, de 3,200 metros, donde el grass crece desordenado, se transformará en una sala de espera con stands y restaurantes. Se estacionarán los buses, los carros particulares y, claro, se comprarán los boletos. Por ahora es difícil imaginarlo.
Tres kilómetros después nos volvemos a detener en el andén de salida. El ejercicio mental es más ambicioso: se trata de una casa semidestruida sobre la que cuelga un letrero. En teoría, se colocará, además de la cabina, una rotonda para eliminar las colas de vehículos y el comercio ambulatorio. Los pasajeros saldrán en un periodo máximo de cinco minutos. Puros desafíos para nuestro caos.
“Este proyecto es un quebrador de paradigmas. Queremos turistas que vuelvan y recomienden. El turismo está en la repetición”, se emociona Del Carpio. Para este economista, los beneficios serán inmediatos. “Todos ganarán. El visitante ganará medio día más para pasear y el operario, medio día para ofrecer otro paquete turístico”, agrega.
Exceptuando las vacaciones, el turista nacional no tiene más de tres días libres por feriado largo. Con los extranjeros es un panorama similar: conocer Chachapoyas les toma alrededor de una semana. “Por eso muchas empresas extranjeras ni siquiera ofrecen a Chachapoyas como destino. Hay que pelear contra eso”, sostiene.
Hacia la fortaleza
Mientras avanzamos por un sendero angosto y accidentado, que a cada instante coquetea con el vacío, una niebla espesa se posa sobre la Van, como si estuviéramos flotando, de repente. Y así, poco a poco, vamos callándonos unos a otros. Olvidándonos de nuestros quejidos poco aventureros. Dejándonos embelesar por la selva húmeda, pero sobre todo por esas murallas que van insinuándose a lo lejos.
Ese misterio que advertimos es el mismo que encerraba la cultura Chachapoyas. Sachapcollas, en realidad, que significa “Los hombres de la niebla” o “Los habitantes de las nubes”. Este pueblo prehispánico que le opuso ardua resistencia al imperio incaico se alojaba en las alturas, conviertiéndose en una fortaleza impenetrable para sus enemigos. La hora que faltaba transcurrió sin esfuerzo. Pisamos el Parador de la Malca, a unos metros de la ciudadela, donde nuevamente tenemos que alucinar un poco. La realidad nos muestra una piscina de barro, mientras los ideales, otra estación de última tecnología.
Después de una breve visita por un mini-museo, subimos !por fin¡ hasta este enorme bosque, de siete hectáreas, defendido por enormes paredes de piedras.
El camino escalonado y pedregoso, sumado a los tres metros de altura, nos dejan sin aliento en segundos. El guía Willy Chiguala nos cuenta que recién hace cuatro años mejoraron el camino. Que antes era fango. Fue en ese mismo proyecto que construyeron cinco descansos.
¿Por qué Kuélap no ha tenido el mismo impacto que Machu Picchu? Es una pregunta que suelen hacerse muchos investigadores. Mientras que Kuélap recibió a 35 mil visitantes en el 2013, Machu Picchu, solo hasta agosto, ya había alcanzado los 650 mil visitantes.
Una de las claves para entender este abismo, además del acceso, es la investigación. Solo se ha explorado el 20% de la ciudadela. En octubre de 2010 encontraron una tumba de la élite, en el último hallazgo. Desde el 2011 las investigaciones se han paralizado sin motivos aparentes.
A medida que continuamos no solo nos topamos con joyas arquitectónicas como el Templo Mayor o el Torreón, sino con la asombrosa vista que nos brinda Kuélap, ubicada en la cima del cerro la Barreta (lleva ese nombre por un tronco incrustado al lado de los mausoleos).
Luego de tres horas de travesía, vamos descendiendo. Son las cinco de la tarde. Estamos cansados y, obviamente, hambrientos. La necesidad devela un inconveniente más: Kuélap no tiene restaurante. Tampoco hoteles.
Los más cercanos se encuentran a más de 15 kilómetros. Algunos lujosos. Otros no tanto. El resto son hospedajes. Que, aunque amigablemente rústicos, no satisfacen al mercado. La mayoría no posee más de siete habitaciones. Así, no queda otra que regresar hasta Chachapoyas. Tres horas para descansar y comer.
Fuente: La República, publicado el día domingo 22 de junio en su Suplemento Domingo.
LamudCity le recuerda que si desea ver fotos/articulos anteriores los puede encontrar en 'ARCHIVOS', que está ubicado al lado derecho. Y si dejan un comentario ó consulta pongan sus Nombres y Apellidos. Muchas gracias.