lunes, 19 de mayo de 2014

Los escolares peruanos que convierten la basura en vida

HERBERT HOLGUÍN (@hrbrthlgn)
Desde Los Ángeles, EE.UU.

Levante la mano el que alguna vez hizo algo productivo con su indignación. El que pasó de la preocupación o la queja a una acción, a algo para que aquello preocupante no vuelva a pasar. Los pequeños Jhosley Culqui y Fernando Tello tendrían que levantar las dos manos con todo el derecho del mundo. El proyecto con que han venido a Los Ángeles, a la feria Intel International Science and Engineering Fair (Intel ISEF), puede cambiar su ciudad, Chachapoyas, en la lejana Amazonas, si es que el apoyo que reciben deja de ser incipiente y crece.

Con modales de oradores y seguros de lo que dicen, Jhosley y Fernando cuentan que un día se cansaron de ver basura en las calles, de que uno de sus amigos se enfermara continuamente ("faltaba mucho a clases") y que nadie hiciera nada al respecto. En la feria de Ciencias de su colegio vieron la oportunidad de hacer algo al respecto, buscaron ayuda en sus profesores Marda Reyna y Fidel Castro, y pusieron manos a la obra.

"Buscamos dar un manejo adecuado de los residuos sólidos, separarlos en orgánicos e inorgánicos, quisimos mejorar la vida de las personas, de nuestros vecinos", cuenta Fernando con voz formal.

EL TRABAJO
Averiguaron que Chachapoyas contaba con 73 mil viviendas y escogieron 73 para su trabajo. Tras recolectar la basura y seleccionarla se dieron con cifras llamativas: cada casa generaba 157 kilos de desechos por semana. Según sus proyecciones, todo Chachapoyas producía al menos 13 toneladas de basura al día. Cada kilo de estos residuos acababan en las calles y en El Infiernillo, el botadero de la ciudad que carece de estándar sanitario alguno.

"Recolectamos, seleccionamos todo en nuestro colegio, donde creamos una planta de tratamiento de los residuos", dice Jhosley. "Con los residuos orgánicos empezamos a hacer abonos ecológicos, insecticidas con la pepa de palta, la cebolla, el ají... Con los orgánicos lo llevábamos a nuestra municipalidad, pero la basura acababa en El infiernillo, aunque con los reciclables hicimos juguetes para niños y muebles... ¡Se pueden comercializar!", continuó el escolar de 13 años de edad.

Luego el municipio vio en la idea de estos pequeños una oportunidad para el problema de sanidad que estaba dándose. Les dieron un local más amplio para su planta de tratamiento.

¿Y qué hicieron con el abono y demás productos? Lo emplearon para hacer un biohuerto en su colegio, frutas y verduras ecológicas que, ya maduras, acabaron en sus casas y las de sus compañeros. Meses después una plaga comenzó a afectar las plantas, pero el insecticida natural que crearon fue la solución perfecta.

Tras ganar la feria en su colegio, arrasaron con la de su ciudad, su región y la del país. Lima no les gustó: "puede que haya más tecnología, pero se vive en medio de la contaminación, no nos gusta, en nuestra ciudad es diferente", dice Fernando. ¿Y Los Ángeles? Acá la gente es muy amable, este viaje nos ha hecho darnos cuenta que no sabemos nada, que hay muchas puertas que están por abrirse y las podemos abrir, la experiencia de venir nos ha cambiado la vida, sabemos que vamos a seguir adelante y ser buenas personas cuando crezcamos", dice Jhosley.

VISIÓN DE MAESTRO
Pese a que el trabajo de Fernando y Jhosley es uno de los mejores de su área, por un problema burocrático no podrán participar en la competición final. "Pero eso no nos preocupa, sabemos que vamos a volver, todos nos dicen eso hasta los chicos de otros proyectos nos dicen que el nuestro es más completo", dicen seguros. Por lo pronto sueñan con estudiar ingeniería.

¿Y los profesores Marda y Fidel? Su vocación y empeño es digna de admirar. Todo alumno que pasa por sus clases sale con un proyecto científico, pues los dos son enemigos de limitar las clases a la pizarra verde y las tizas.

"Los profesores que siguen enseñando así lo hacen por falta de motivación, pero nosotros cada vez nos motivamos al ver a nuestros alumnos en los proyectos en los concursos, ganemos o perdamos", dice don Fidel Castro, un revolucionario de la educación en Amazonas cuyo nombre se lo debe a su abuelo. "Si ganamos, hay alegría; si perdemos está bien aprendemos de nuestros errores y vamos mejorando", sigue.

Mientras tanto, ya se alistan para ir a una feria de Ecuador y Brasil. "Hay que demostrar que somos ganadores, para eso hay que hacer algo siempre", sentencia.

Fuente: El Comercio, sábado 17 de mayo 2014.

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